El músico boricua fue uno de los platos fuertes de la reciente Feria de Cali. Aquí la charla que sostuvo con Salserísimo Perú.
Don Willie no aparenta sus 87 años de edad. Camina por el lobby del hotel Vizcaya, en Cali, con una independencia y soltura que ya quisieran muchos de su generación. Su hija Maritza lo contempla. Su yerno también. Se toma una foto con un fanático y luego le dedica un autógrafo a otro. Destila sencillez.
Lo saludamos y le contamos que llegamos desde Perú para entrevistarlo. Él, de inmediato, ofrece su mayor disposición y nos vamos a una zona un tanto más privada.
¿Sabe usted que Perú siempre ha sido uno de los primeros países en la salsa? nos dice. Y nos empieza a contar su amistad con Luis Delgado Aparicio Porta. “Él me visitó entre 1984 y 1985 a mi casa en Puerto Rico. Llegó con su esposa Pilar. Fue un honor que cenaran conmigo. En esa época, Gilberto Santa Rosa y Tony Vega estaban como cantantes en la orquesta…”.
El músico, que solo visitó Perú en una oportunidad, recuerda con cariño aquella vez que tocó en el Festival de la Salsa Chim Pum Callao. “Me gustó mucho la hospitalidad de la gente, el cariño que nos dieron. La pasamos muy bien”. Sin embargo, también nos confirma que luego de aquel concierto en el Callao separó a Pupy Cantor por asuntos de indisciplina. “Hay que tener mucha disciplina en todo, hay que tener dignidad y hay que ser honestos”, remarca con imponente seriedad. En la actualidad, llama a Pupy algunas veces para presentaciones puntuales, pero ya no es cantante de planta.
Don Willie se refiere a sus cantantes y a la música con la autoridad que le corresponde. Lejanos están los años 50’ cuando ya caminaba en Nueva York visitando clubes y sesiones de música, tocando para la orquesta de Johnny Seguí y luego con su proyecto personal al que le puso su propio aderezo. Es que, como él dice, hay que intentar siempre tener un sonido propio. Y él apostó por el saxo barítono. “Un día estaba en un club en Nueva York y escuché al maestro Gerry Mulligan tocando un bossanova. Ese día decidí que mi orquesta debía tener un barítono…”.
El timbalero recuerda que cuando se lo consultó a Bobby Valentín, quien era parte de su orquesta, este le dijo que introducir un barítono se veía un poco raro. ¿Cómo voy a armonizar?, le preguntó. Y Willie le sugirió que armonice con las trompetas. “A los pasajes que tenemos con el bajo y el piano, tú se los pones al barítono y eso le da más fuerza….”, le sugirió.
Tantas anécdotas detrás del formato, tantas historias de esos años fervorosos y musicales en Nueva York. Aprovecho para preguntarle si alguna vez se cruzó con el joven Héctor Lavoe en esa década. El maestro sonríe y nos confiesa: ¿sabes que yo lo había escuchado cantando con la New Yorker? Incluso, le hablé para que se venga conmigo. Era un cantante chamaquito. Pero el representante se opuso. Dijo que ya tenía otros negocios pactados con Héctor. Yo le respondí que no había problema. Pienso que él no llegó a mi orquesta por voluntad de Dios”.
¿Hay nostalgia cuando Willie recuerda esos años? Claro que sí. El músico nos dice que es incomparable aquellos años del mambo, aquellas jornadas con Tito Rodríguez, Arsenio Rodríguez, Tito Puente. “Todo eso yo lo viví. En Broadway -desde la cuadra 60- de lado a lado habían clubes latinos. Después del mambo y la salsa vino la época del merengue y luego del regueton. Hoy Nueva York está completamente muerto musicalmente. Es muy triste”.
Es imposible no hablar del huracán con el maestro. Y él tiene una reflexión muy clara. “Los políticos ante cualquier situación buscan hacer dinero. Luego del huracán, hay un 53% de pobreza. Hay medio país sin luz. Es que somos una posesión de los Estados Unidos y ellos hacen lo que les da la gana. Ahora nos metieron en una junta fiscal como gobierno, sin respetar a los que fueron elegidos por los votos. En líneas generales, económicamente tenemos deudas por culpa de los políticos. Sin embargo, es un pueblo que se va levantar, si Dios lo permite…”.
La charla concluye y nos estrechamos la mano. Envía un saludo cariñoso para el Perú y desborda en gentileza. El músico continuará luego tomándose fotos. Es muy paciente y aplica la sabiduría de los años. Sonríe. Y nos deja la bella sensación de tener a Mister Afinque para rato. El tiempo será testigo.
Fuente: Salserisimo